Tal día como hoy, cumplidos los catorce años, un grupo, del entonces  Hogar del Empleado, fuimos a un pequeño pueblo de la Sierra de Madrid a pasar junto a los lugareños, el Viernes Santo.

Ahora, pasados los setenta y cuando mi memoria comienza a fallar, recuerdo, no obstante, que todos nuestros ensayos para intervenir en la procesión, quedaron frustrados debido al incesante aguacero que cayó.

Nos recogimos los más de cien jóvenes en un gimnasio y allí pasamos la tarde. Los monitores tuvieron diversas ideas para entretener al personal. Una de ellas fue la siguiente: Hacer un verso que representara la vivencia de lo que estaba ocurriendo.

Mi verso lo he repetido cientos de veces, y como en lógico, muy especialmente en estas fechas. Decía así:

El cielo inspira tristeza

y el sol oculta su canto,

 ¿primavera, estás inquieta

  porque es semana de llanto? 

Gané el primer premio: un bote de melocotón en almíbar que mi madre conservó durante años.

Todos, en algún tiempo pasado, hemos pretendido ser poetas.