Hoy, mente y cuerpo se han unido (no es fácil), para realizar un viaje, casi iniciático,  a lo largo del sil. Saliendo de San Clodio, y llegado a los cañones del Sil, he podido comprobar el viejo dicho que decía mi padre: el Sil trae el agua y el Miño la fama.

Antes de llegar a Orense he subido hacia las tierras de Tribes y llegando a Maceda, he dirigido mis pasos hacia el pico del monte Medo. Fin del viaje.

En este telúrico lugar se halla el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros. El misterio rodea esta tierra. Unos, para encontrar su origen, retornan al niño mártir del siglo III d.C., San Mames; otros a la divinidad galaico-romana Torolo Combiciego, no en vano los romanos ocuparon este sitio allá por el siglo II d.C., no obstante, yo prefiero quedarme con aquel ermitaño, Mamede, de origen pre-cristiano y desconocido, que vivía su soledad juntando yerbas, cual alquimista, para remediar el sufrimiento de sus contemporáneos.

Lo cierto es, como tantas veces en la historia, que la entrada del cristianismo fue cambiando los nombres de los lugares sacros de la antigüedad. Jamás los destruyó, eso es propio de otras culturas religiosas. La cristiandad asumió la historia pre-cristiana de todos los lugares telúricos y, únicamente, cambió sus nombres.

Al día de hoy el misterio sigue brotando del Monte Medo con el nombre de la Virgen de los Milagros. Todo en Galicia retorna a la feminidad. Aquí María es por excelencia la reina de la espiritualidad. No en vano las madres son los seres más queridos, sin menosprecio de padre alguno.

Volviendo al monte Medo, recordamos y bebemos del manantial de agua que brotó, como tantos otros, milagrosamente y donde calmaba su sed nuestro monje, mientras realizaba constantes milagros al curar a todos los que  acudían peregrinando hasta su lar.

Hoy se ocupa la Virgen de continuar la tradición, recibiendo a los cientos de peregrinos que se acercan hasta ella para respirar aires del más allá y seguir curando las dolencias del alma que encadenan a los cuerpos.

Medito estas cosas, respiro y lleno mi alma de ese algo misterioso que se desprende de cuanto me rodea, al margen del nombre con el que hacemos propias las vivencias transcendentes con el misterio que guarda el ser humano en su inconsciente colectivo y que se vive de forma especial en las tierras Galaicas.

Esta historia quedaría incompleta, si no se remata con el buen xantar de estas gentes. Retornando hacia Chantada, y “en llegando” a Penasillás-Laxe, he parado en la Taberna do PETO, donde el no-párroco de Chantada me esperaba para unir, como Jesús en aquel tiempo, el comer y el orar, ante el mejor y más abundante cocido que he podido saborear.  (Perdón, si le llamo no-párroco, simplemente es porque dirige la parroquia sin ser oficialmente nombrado).

Cousas da terra e das meigas. No importa, el nombramiento llegará; él, como buen sacerdote de Cristo y de su Iglesia, se limita a llenar, día tras día, el templo para hacer que sus feligreses vivan los sacramentos que imparte junto a su penetrante palabra.

Por cierto, me estoy refiriendo a D. Manuel Areán, Manoliño para los amigos.

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