Reconozco que, comercialmente hablando, fue un acierto de los grandes almacenes, celebrar un día (otro más), que les permita tener un número mayor de ventas: El día del padre.
Al margen de este acierto, siempre hemos dicho que cuando dedicamos un día a alguien, suele ser porque la sociedad no le ha tratado como se merecía. Personalmente preferiría un solo día: el de los padres.
Tras esta breve puntualización, hemos de dar gracias al Papa Francisco, por la devoción que tiene a San José; parece ser que en su mesilla de noche tiene su figura, debido a la devoción que siempre le ha profesado.
Gracias al Papa, estamos viviendo un año dedicado a la memoria del padre putativo de Jesús, Y que me perdone el lector, pero a mí este calificativo me suena mal. Prefiero decir con María, cuando el niño, que se les había perdido, apareció: “Hijo, ¿Por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.” (Lc 3, 48). Q, asimismo, cuando dicen: “No es éste el hijo de José?” (4, 22b). Los otros sinópticos dicen, el hijo del carpintero , o, simplemente, el carpintero.
Cristo, con San Juan, nos reveló que todos hemos nacido de lo alto, y no de la carne. (Jn 1, 12s). La filiación del Evangelio, ha de trascender lo obvio, quien no la trasciende se queda en el Antiguo Testa mento, y ya sabemos que el hombre más grande nacido de mujer fue el Bautista (Lc 7,28). Los demás, como el primogénito de la nueva creación, Jesús, llamado el Cristo, hemos de trascender tanto al padre, como a la madre, pues no nacemos tampoco de mujer, sino de Dios.
Así son las cosas.
Y el que tenga oídos…