En fechas no muy lejanas, vimos la campaña que la Conferencia Episcopal Española lanzó a través de los medios de comunicación sobre la clase de religión. Era la primera vez, que yo recuerde, que iba dirigida a los propios jóvenes, a los que se les pedía que decidieran ir a clase de religión.
En España, según los últimos datos publicados, solicitan esta asignatura el 63% de los alumnos, lo que representa una cifra de aproximadamente 3,6 MM de alumnos. Alumnos que son atendidos por unos 30.000 profesores de infantil, primaria y secundaria.
La campaña de este año muestra unos cambios muy oportunos y necesarios que, a su vez, revelan los cambios que se están produciendo en la Iglesia a raíz de la llegada del Papa Francisco.
Estos cambios y estas cifras parecen que al gobierno actual no les dice nada. Me había prometido vacaciones en esta página web, pero no me resisto a realizar un comentario sobre la nueva ofensiva del gobierno con relación a la asignatura de la religión en los centros de enseñanza. Sánchez vuelve a los tiempos de Zapatero. Y como él, se ha vuelto olvidadizo, pues en este caso su cultura, es decir, donde hizo la carrera, fue en la Universidad María Cristina del Escorial que regentan los Padres Agustinos. La verdad es que a ambos no les ha ido tan mal en la vida.
La religión es el estudio de nuestras tradiciones, nuestra cultura, entendida en el más amplio sentido de la palabra: pensamiento, música, obras pictóricas, escultura, obras arquitectónicas, como las catedrales, que han sido durante siglos las cátedras del tiempo, creencias, etc. ¿Podemos conocer el pasado sin el estudio de nuestras tradicionales creencias? ¿Podemos creer en algo, si olvidamos lo que hace posible toda creencia y que es eso que denominamos fe? Fe, que al margen de cualquier creencia, es universal, es decir, católica.
¿Cómo es posible que los que deben ser guardianes de las tradiciones, se conviertan en sus destructores? La historia, para no repetirla ha de ser trascendida, y para trascenderla, ha de ser conocida. Con todos los claroscuros de nuestra creencia, ella ha hecho posible los DDHH y Constituciones democráticas del mundo libre; la ciencia, tal y como la conocemos, no habría sido posible sin la libertad que proclama el Evangelio y que no se da, allí donde su mensaje no ha llegado. Este dato es suficientemente revelador de la importancia de lo que estamos afirmando.
Allí donde el Evangelio ha podido ser predicado, ciencia y cultura se han dado la mano. Y todo ello, sin obviar que la política ha hecho cautiva a la religión, durante ciertos espacios de la historia. Espacios que han hecho mucho daño a las creencias de los pueblos, pues razón y fe tienen su propio camino y ambas siendo distintas, son complementarias a la hora de responder a la inquietud humana. Hoy la religión ha conseguido finalmente separarse de la política, pero no para que los políticos de turno traten de arrinconarla (la mejor manera es retirando o devaluando la cultura del saber religioso), sino para que la libertad el amor y la justicia prevalezca más allá de ley alguna.
Un vez más, repetimos que nuestro gobierno (así lo dice la Constitución), ha de ser aconfesional, es decir, ha de permitir toda confesión y apoyar aquella por la que el pueblo opte (Como podemos observar por la última estadística antes mencionada, optan millones de personas). El laicismo no es aconfesional.
En días pasados veía y oía en televisión el disgusto de ciertos miembros del gobierno, al escuchar las declaraciones del Presidente de la Generalitat refiriéndose a los catalanes como si todos fueran separatistas. Pues bien, cuando piensen retirar la religión de las aulas, que piensen en los millones de españoles que mandamos a nuestros hijos a clase de religión. En España no somos laicistas, somos, la gran mayoría, laicos, y el gobierno ha de gobernar a todos, respetando sus creencias, sus tradiciones y su cultura. Empezamos a estar hartos de tanta manipulación.
La ley orgánica de libertad religiosa dice expresamente que los españoles tenemos derecho a “Recibir e impartir enseñanza e información religiosa de toda índole, ya sea oralmente, por escrito o por cualquier otro procedimiento; elegir para sí, y para los menores no emancipados e incapacitados, bajo su dependencia, dentro y fuera del ámbito escolar, la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”. (Véanse: – Artículo 27.3 Constitución Española – Artículo 1 del Acuerdo Jurídico con la Santa Sede de 1979 («B.O.E. 15 diciembre) – DA 2ª de la Ley Orgánica de Educación. Cumplan con la Constitución si quieren exigir que los demás la cumplamos. Tantas cosas que arreglar en nuestro país, y ahora resulta que lo más importante es retirar las clases de religión de nuestros centros educativos, aunque existan millones de españoles que las soliciten libremente en aras de sus legítimos derechos.
Nadie obliga a recibir esta enseñanza, la elección es libre. Quien no desee recibirla tiene su correspondiente alternativa ¿Por qué tanta sinrazón? ¿Por qué esta constante persecución a la libertad y derechos de los españoles? Quien no desee recibir esta asignatura que no la reciba, pero por la misma razón, quien desee recibirla tiene pleno derecho a recibirla. Caso contrario volveríamos a tiempos pasados donde la libertad y criterio de unos pocos se imponía a la gran mayoría.
Dado que este sin sentido siempre es por algo, me temo que con esta polémica (sin olvidar la del diesel que “tiene los días contados”), tratan de entretenernos durante el verano para que no acertemos a caer en las auténticas intenciones de nuestros queridos gobernantes. Que Dios (con perdón), nos coja confesados.