Vamos a intentar aproximarnos a la hermenéutica de este texto mateano. Dejamos al lector su personal, y posterior reflexión.
¿Quién no ha regañado y/o llamado imbécil a su hermano (vecino, vecina, esposo, etc.) ¿Quién, siendo hombre, no ha deseado la belleza de una mujer, o siendo mujer, la de un hombre? Si por estas acciones somos reos del infierno eterno, lectores que seguís estas reflexiones, os recomiendo apagar el ordenador, y comenzar, como sugiere la lectura, a arrancaros los ojos, las manos, las orejas, en definitiva la vida, porque ¡no hay quien se salve!
¿Cómo hacer comprensible este texto, si, a primera vista, es incomprensible? Precisamente en lo paradigmático de este comportamiento está la respuesta: la ética que propone Jesús, está formulada de manera que no pueda cumplirse ¿Cómo despejar esta paradoja? Jesús, que al margen de sus estudios (que se desconocen, aunque José debió ser como era habitual en aquellos tiempos, su mejor maestro), tenía una sabiduría fuera de lo común. La ética llamada del monte (para compararla con la de Moisés), propone unos comportamientos que al ser imposibles cumplirlos (absurdo acompañar a alguien dos millas, si únicamente va a recorrer una -Mt 5,41-), se solicite la ayuda divina. ¡Ese es el propósito de Jesús! Desconfiar de las propias fuerzas, pero sabiendo que todo es posible, si se confía en Dios.
Israel se había convertido en un funcionario de la Torá. A veces nosotros también nos creemos que por cumplir los preceptos de la ley, tenemos derecho a una acción (como en bolsa) para habitar en el cielo. Nuestro mundo finito no puede comprar el infinito de Dios ¿Por qué? Porque Él, ya nos lo ha dado… pero hay que descubrirlo, ¡hay que dejarse descubrir en Él! No es preciso tocar ni una tilde de la letra, ¡siempre que sepamos reinterpretarla! (habéis oído decir, pues yo os digo –Mt 5,21s-)
Dios, como entonces, sigue hablando en la creación, y la ética, aunque sea la de Moisés, precisa de una constante refundación. Es esta constante refundación el fundamento básico del comportamiento humano. De ahí que Jesús la reformule constantemente al decir: Habéis oído decir…. Pues yo os digo (es así que el repudio admitido en la Ley de Dios, Jesús los prohíbe; asimismo, el juramento, etc).
Este nuevo decir que reclama el evangelio es el fundamento ético que exige al hecho religioso (religiones), su constante renovación a través del Espíritu. Dicho en Román Paladino: renovarse o morir.

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