Buscando soluciones: La excepción mateana.
Hemos recomendado la lectura de tres textos bíblicos. Hoy con esta reflexión vamos a desarrollar el primero de ellos: Mt 19,9: “Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer, excepto en caso de fornicación, y se case con otra, comete adulterio”.
El evangelista Mateo que previamente había dicho “…lo que Dios unió que no lo separe el hombre” (Mt 19,6b), ahora nos da una excepción a la regla: puede repudiarla en caso de fornicación. La palabra fornicación es la traducción que hemos vertido al castellano del término griego “porneia” (de ahí viene nuestro vocablo pornografía).
¿Es posible encontrar otro significado al vocablo “porneia”? ¿Significaba fornicación en tiempos de Jesús? La traducción del término griego “porneia” no es univoco, tiene diversos significados: depravación, degeneración, desamor… Para responde a este interrogante nos parece oportuno leer el libro de la Sabiduría ¿Por qué? Porque al ser el último libro del A.T. y por tanto el más cercano a la época de Jesús, es el que mejor nos puede mostrar el significado que el vocablo “porneia” pudo tener en el siglo I de nuestra era, es decir, años antes del nacimiento de Jesús.
Si leemos Sb 14,12-21 observamos que aparece la palabra “porneia” y la traducción al castellano puede tener el significado de idolatría. Por ejemplo, es “porneia”, según este texto, adorar una fotografía o una estatua como si fuera la persona que representa; o, dicho con otras palabras, dar nuestro amor a quien no lo merece (a veces los cristianos cometemos la misma idolatría con ciertas imágenes, olvidando que la mejor imagen de Cristo está en el prójimo).
¿Por qué introduce Mateo esta excepción? Porque tiene que solventar un problema que está surgiendo en las primeras comunidades cristianas, y muy especialmente, entre los matrimonios de origen judío ¿Cuál era ese problema? Los matrimonios realizados por motivo de consanguinidad (ya el Concilio de Jerusalén entendió por “porneia” las uniones ilegales entre parientes). Aquellos matrimonios que estaban hechos según “permitía” la tradición judía y que obligaba, especialmente a las mujeres, a casarse con familiares. Marcos en un contexto completamente distinto del judío, el romano, indica que también las mujeres pueden repudiar a sus maridos en caso de “porneia” (La dinámica bíblica no puede pararse pues está mantenida por el Espíritu). Sin embargo, Mateo, según la ley judía, deja constancia que el privilegio del repudio sólo lo tenía el varón, toda vez que la mujer, en el mundo semita, dependía de la tutela del padre o del marido.
En el contexto mateano, las mujeres estaban obligadas a amar a quien no merecía ser objeto de su amor (igual que adorar o rendir culto a una fotografía o una esta tua –Sb 14,15-20- ). Habían convertido sus vidas en pura idolatría, pues de hecho, no existía amor en dichos matrimonios, sino conveniencias judaicas relacionadas especialmente con los intereses particulares de los clanes. Podemos observar que exigían a la mujer lo que el hombre no cumplían (esta costumbre sigue prevaleciendo hoy en las leyes musulmanas).
Mateo, tras la experiencia de Cristo, no puede obligar a estos matrimonios a guardarse fidelidad al compromiso dado ¿Por qué? Porque en ellos falta lo que hace posible la unión y que es indisoluble: el amor. Dicho en roman paladino: si no hay amor, y en estas uniones motivadas por la consanguinidad, lógico es que no lo hubiera, repudio, que es como decir hoy: divorcio. Por tanto, los creyentes judíos que se encontraban en estas circunstancias y habían abrazado el cristianismo, podían romper el vínculo, toda vez que, para el evangelista Mateo, el matrimonio no había sido realizado, según exige el Evangelio, por criterios amorosos.
Hemos visto un problema de las primeras comunidades cristianas e inmediatamente una solución. Si hay amor nadie puede separar esa unión. Esta exigencia de Jesús les costó mucho digerirla a sus contemporáneos ya que estaban acostumbrados a casar a sus hijas por la fuerza de la ley y repudiar a la mujer por algo tan simple como el hecho de tomarlas aversión (Dt 22,13).
El hombre manejaba la ley a su conveniencia. Jesús declara que este proceder es indigno del ser humano. Sus seguidores al escucharlo exclaman: “Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse” (Mt 19,20). Los discípulos de Jesús no comprenden esta exigencia que hace prevalecer al amor sobre las leyes judías, y que además, exige tratar a la mujer como sujeto y no como objeto; no en vano para el pueblo de Israel, lo importante era la ley que marcaba su religión, hasta que llega Jesús y proclama que el hombre es el señor del sábado pues “El sábado ha sido constituido para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mt 12, 1-8; Mc 2,27), es decir, la religión está al servicio del hombre y no a la inversa.
Hecha la reflexión: ¿Podemos intuir con la naturalidad que Mateo encuentra solución a los matrimonios realizados especialmente por consanguinidad; obligados, por tanto, según la ley de los hombres y no según la voluntad querida por Dios desde el principio de la creación? (Gn2,24). Mateo lo recuerda a sus comunidades (Mt 19,5), en cualquier caso lo que tiene que prevalecer es el amor, pues el amor es Dios. Y si Dios une…
El cristiano ha de regirse por amor. No es extraño que en el evangelio de San Juan, los primeros discípulos que siguen a Jesús, sean presentados por el evangelista en el contexto del rito matrimonial: las bodas de Caná (Jn 2,11). El matrimonio es la máxima expresión natural del devenir humano donde queda objetivado el amor, que para un cristiano, es Dios.
Un problema, una solución. Mateo supo evitar el sufrimiento de aquellas primeras comunidades cristianas que provenían del judaísmo. Asimismo, y en otro contexto, Pablo tuvo también sus problemas al respecto. Ruego repasen la segunda lectura sugerida y que está sacada de la primera carta que el apóstol escribe a los de Corinto, me refiero a 1Cor 7. Meditaremos sobre el texto en la próxima reflexión.