Se ha cumplido el tercer aniversario del Pontificado del Papa Francisco. Muchas y novedosas indicaciones nos ha dado en estos años. No obstante, como creyentes seguimos a la espera de las conclusiones finales sobre el sínodo de la familia. Millones de cristianos esperan su palabra para conocer si es posible dar, desde la ética cristiana, alguna salida acorde con los tiempos actuales.
Seguidamente vamos a comenzar a escribir en esta red unas reflexiones sobre tan importante tema. Comenzamos con la situación del matrimonio y de la angustia de muchas personas divorciadas que quieren rehacer su vida sin renunciar a su fe.
EL MATRIMONIO… A PLAZOS (I)
Planteamiento del problema:
Como católicos hemos de defender la indisolubilidad del matrimonio. Jesús no deja dudas al respecto: “Lo que Dios unió que no lo separe el hombre” (Mt 19,6b). Ello no es óbice para observar el grave problema que padecen muchos católicos, debido a que la indisolubilidad del amor es una cosa y la defectibilidad del ser humano, otra cosa bien distinta. Lo cierto es que la realidad se empeña en mostrarnos día a día el fracaso de muchos creyentes en su convivencia matrimonial.
Las disonancias que, a veces creemos, provocan los textos bíblicos en la sociedad actual, generan unas respuestas que son absolutamente demenciales. El pasado año se habló de implantar en la sociedad, un contrato matrimonial a tiempo fijo: por ejemplo en México pretenden legislar un contrato matrimonial con una duración de dos años.
No creo que exista mayor caricatura del amor. Pero, lamentablemente, los cristianos tenemos que permanecer con los labios cerrados porque, quizás, como en el evangelio, no podamos tirar la primera piedra.
¿Cómo se puede prever el fin del amor cuando se está amando? Quien ama, por el simple hecho de estar enamorado, le es imposible poner límite a su sentimiento. De ser así, estaría cercenando su propia realización y en lugar de ir al juzgado a sellar un pacto, donde debería dirigirse, es al psicólogo. “I fall in love with you” dicen los ingleses cuando están enamorados; que traducido literalmente sería, yo estoy cayendo contigo en amor. Antropológicamente hablando, no es posible dejar de amar como tampoco es posible caerse hasta un momento determinado. Mientras se cae en amor, no hay sujeción posible. El libro del Cantar de los Cantares lo expresa bellamente con esta frase “…no despertéis, no desveléis al amor, hasta que le plazca” (Ct 8,4b).
Ahora bien, ¿Qué sucede cuando el amor, debido a la defectibilidad humana, desaparece, aún después de intentar una reconciliación en el Centro de Orientación Familiar de la Iglesia, donde se sabe que, como mínimo, hay más de un 20% de parejas irrecuperables? (las rupturas matrimoniales en España han aumentado, según el COF en un 4% en 2010). Cierto que esta problemática de miles de personas casadas por la Iglesia, y que no pueden seguir conviviendo juntas, nos tiene que preocupar a los creyentes ¿Qué hacer? ¿Hay alguna solución para los matrimonios rotos?
Desde la óptica cristiana hemos tratado de solventar, cuando ello es posible, esta disonancia ¿Cómo? Estudiando la posible anulación de los matrimonios. Anulación, sí; disolución, no. Una pareja puede desligarse si, “oficialmente”, es decir, legalmente, se demuestra que nunca estuvo ligada, aunque haya pasado por la Iglesia, haya convivido un determinado número de años y tenga varios hijos ¡Y nos quedamos tan a gusto!
La sociedad, especialmente de los ricos y poderosos, monta bodas, con toda la parafernalia y boato, y pasados los años, a veces los meses, se vuelven a casar por la Iglesia con otra persona, como si la anterior boda no hubiera existido. Lamentable.
Así las cosas, el creyente normal, el de a pie, se queda perplejo ante estas situaciones ¿Qué ha sucedido? ¿Puede volver a casarse un cristiano si vive su anterior esposa? No. Pero si se da la circunstancia que puede demostrarse que no hubo consentimiento pleno o existió ignorancia del rito, la Iglesia puede invalidar, por no existente, la anterior boda…
En el supuesto que nos ocupa, la Iglesia, al constatar que no hubo tal unión, declara nulo el anterior rito ¡La ley impera sobre la justicia! Por tanto, lo que hay que hacer es burlar la ley.
El interrogante que se nos plantea es el siguiente ¿Cómo nos engañan este tipo de contrayentes a todos los que formamos la Iglesia para que declaremos nulo su matrimonio? Aquí entra la picaresca, que como cristiano me sonroja, tanto por el que la hace, como por el que la acepta y entra en el juego.
La solución puede tener distintas variantes; una de las más sencillas consiste en ir antes de la boda a un notario. Allí se hace pública renuncia del cristianismo, aceptando casarse bajo el rito católico por conveniencias sociales. En el momento de la separación se muestra el documento notarial, y aunque para un creyente parezca mentira, prevalece este documento, sobre la realidad vivida, sobre el amor sentido tiempo atrás. Y se acabó el problema. Por tanto, no nos extrañe que ante semejante solución, en México estén estudiando la boda a plazo convenido, igual que la devolución de un crédito bancario. Y recurro al símil del crédito porque debe ser muy oneroso para los contrayentes casarse en esas circunstancias, tanto como la obligación de tener que devolver el crédito durante un plazo determinado.
He planteado el problema donde la ley impera sobre la justicia ¿Existe solución? ¿Podemos encontrar en la Biblia alguna respuesta válida que solvente la angustia por la que pasan miles de parejas que quieren ser coherentes con su creencia y no entrar en estas sucias componendas?
Dado que este tema requiere tiempo y estudio, propongo al lector el repaso de algunos textos bíblicos que iremos desarrollando en sucesivas reflexiones. Los textos son los siguientes Mt 19,9; 1 Cor 7; Mt 16,18. En estos textos vamos a observar que ante problemas semejantes, la Iglesia de la primeras comunidades cristianas encontraron soluciones ¿Podríamos encontrarlas hoy? Veremos que la Biblia, en su momento, supo dar respuestas a esta problemática. En la próxima reflexión, trataremos de bucear en el primero de los textos propuestos para comprobar que la Biblia nunca ha sido la causa de las disonancias que este tema provoca en la sociedad.