Cada mañana nos tenemos que despertar con un nuevo ataque a la Iglesia Católica y a todo lo que representa. Los millones de católicos de este país no debemos permanecer callados, pues siempre se ha dicho que el que calla, otorga.
Ayer denunciábamos la postura de cierta jerarquía catalana ante el nacionalismo, hoy lo hacemos ante la postura radical de ciertos comportamientos políticos de algunos personajes de la izquierda española.
Esos personajes que no son conscientes, o parecen olvidar, que la libertad de pensamiento y obra que existe en occidente, se ha dado, precisamente, gracias a la tradición del humanismo cristiano, que emanando del Evangelio, recorre Europa y en general todo el mundo libre. Allí donde no ha sido así , las libertades se han cercenado y con ellas, la expansión de la cultura y la ciencia tal y como la entendemos a través de los Derechos Humanos.
No somos los que callamos los claroscuros de nuestra tradición, de hecho, los vamos exponiendo a través de estas reflexiones. La necesidad de traducir nuestra creencia, conforme a los signos de los tiempos, la vamos diseñando día tras día. Pero, asimismo, es nuestra obligación, no ya cristiana, que también, si no simplemente ciudadana, la de decir ¡Basta ya!
Ayer estos “próceres” de la humanidad pretendían quitar la misa de la TV, los mismos/as que entraban en la Iglesia semidesnudos para reclamar no sé qué libertades. Tiempo ha, que pretenden quitar la X de la declaración de la renta y obligar a la Iglesia al pago del IBI (cosa que me parecería justa, en aquellos ingresos que no revirtieran a la sociedad y siempre que los demás organismos exentos, perdieran dicha prebenda).
Estos salvadores de la patria intentan que los servicios públicos religiosos que se dan en Hospitales, Tanatorios, etc., desaparezcan, de forma que el derecho fundamental de la amplia mayoría de los españoles, a exponer en público y en privado sus creencias, quede sin efecto. Lógicamente, para conseguir tal propósito, llevan tiempo denunciando el acuerdo del Estado Español con la Santa Sede del 76 y 79, con el fin de que sea derogado.
Y ahora, por último, y no para finalizar, pretenden desde Cataluña, expropiar la Catedral de Barcelona y convertirla en un economato y/o en una escuela de música ¡Basta ya!
Los defectos de la Iglesia son muchos, tantos como las personas que la formamos, sin embargo, sus virtudes también son muchas, y de hecho, cada euro que la Iglesia recibe oficialmente de las arcas del Estado, lo multiplica y revierte a la sociedad, como si se tratara del milagro evangélico de la multiplicación de los panes y de los peces.
Muchas cosas hemos de cambiar dentro de la comunidad de los creyentes, pero la labor de la Iglesia a favor de los necesitados merece, cuanto menos, un respeto y el silencio ante este constante atropello hacia la verdad, sería, al menos por nuestra parte, un acto indigno y cobarde.