La lengua hebrea define el verbo amar con un vocablo que contiene un profundo y humano significado: amar es hacer el bien. Un paradigma que se encarnó en la vida y obra de Jesús, el nazareno que pasó por este mundo haciendo el bien (Hch 10,38), y cuyo nacimiento celebramos en estas fechas.

Los cristianos vivimos días de profunda y humana tradición, donde vivenciamos el instante eterno en el que el amor se hizo, y se sigue haciendo, carne en nosotros. Hagamos el bien a nuestro prójimo: no hay mejor manera de celebrar la Navidad y cada día del próximo año.

Feliz Navidad y próspero 2.022, que decían, no ha mucho tiempo, nuestros mayores.

AVISO A NAVEGANTES: Con esta felicitación navideña, no pretendo ofender a los que se limitan a decir, felices fiestas; a los que ya no ponen belén, pero encienden un árbol; a los que siempre exclaman: odio estas celebraciones; a los que olvidan a los Reyes Magos, tanto como admiran a Papa Noel; a los que la pandemia les sirve de excusa para no reunirse con los familiares. A los elfos que han dejado sin trabajo a los pajes reales… A todos ellos, no quiero ofenderles, más bien agradecerles, sí, mi agradecimiento, porque su silencio, indiferencia y pretendidos y estudiados cambios (luces incluidas), de la  realidad que celebramos en estos días, nos recuerdan, según nuestra tradición, que aquel feliz nacimiento lleva impresa la señal de la cruz.

Feliz Navidad para todas las personas de buena voluntad.