Breve reflexión sobre esta conocida frase del Evangelio: “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt 5,44).
He oído esta frase en una de las últimas eucaristías. Y por mucho que se trate de explicar y comprender, es incomprensible ¿Por qué? La respuesta es sencilla, porque si se le ama, ya no es enemigo, y si es enemigo es imposible amarle.
Estas frases tan rotundas del Evangelio se hacen imposibles de cumplir, y es desde esta realidad, y no desde florituras verbales, desde la que debemos partir para una humana comprensión.
La ética de Jesús, es imposible de cumplir.
“Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto” (M, 5,48) ¿Cómo llegar a la perfección del infinito si somos seres creados, y por lo tanto, inmersos en la finitud? Nada más imposible que esta exigencia de Jesús.
Y es ante esta humana imposibilidad, que el creyente se pone en manos de Dios; y así, en su comportamiento nace una exigencia que solo está escrita en su corazón, y no en ley alguna.
Por tanto, y concluyo, quien quiera amar, que comience por no tener enemigos en su corazón, y solo entonces, quien crea ser nuestro enemigo, nos producirá tristeza porque si él nos siente como tal, nosotros en virtud de la fe, lo hemos conver tido en prójimo.
Por el contrario, si seguimos sintiéndole como enemigo, es absurdo, nunca le podremos amar.
Imposible soplar y sorber al mismo tiempo.
Lo importante en la Biblia no es lo que dice, sino lo que quiere decir.