Hay que amar al enemigo ¡Imposible! ¿Cómo amar al que odias? O negro o blanco. Y Jesús, no obstante, reclama este comportamiento. Un comportamiento que ante la imposibilidad de su cumplimiento, nos obligue a ponernos en las manos del Padre. Así es toda su ética. Así es la moral que brota de su interioridad.
Al enemigo, si lo es, no se le puede amar; cosa distinta es que ante el amor previo recibido y sentido del Padre, uno (el creyente), opte por amar, y el enemigo, ante esta opción del creyente, deje de serlo; sólo entonces, ¡se le puede amar! Pero es que en ese instante, ya no es enemigo. Jesús comparte en el Evangelio esta nueva forma de ser.
Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (Lc 23,34). Esta frase, propia de la teología lucana, nos acerca a la comprensión de lo que, en principio, parece incomprensible. El cristiano que vive la experiencia de Dios desde la humanidad revelada en Cristo, queda situado en una “perspectiva de universo” totalmente distinta (cambio del Antiguo al Nuevo Testamento). Desde esta nueva visión de la humanidad, el Templo vivo de Dios es la persona (1 Cor 3,16). A partir de esta experiencia, todo cambia. Cuando el Amor inunda, el odio desaparece (ya no vale el ojo por ojo del código de Hammurabi que hizo suyo Moisés).
El creyente situado en la esfera de Cristo, cambia de perspectiva y desde ella, ni hay enemigos, ni sabiduría, ni maestros, ¡ni padres!, etc. (Mt 23,8s): ¡Hay Cristo! y en Él todos, y todos en el Padre (1 Cor 3, 23).
¿Cómo sentir odio si lo que invade es el Amor? ¿Podría el lector o lectora de esta reflexión, odiar a su hijo, que por ser bebé, no para de llorar noche tras noche? No es posible, ¡aunque nos haga daño, jamás será nuestro enemigo! no le podemos odiar porque lo que sentimos hacia él es amor.
Quien comprende esta particular situación, puede entender que exista otra (la de los cristianos) que por saberse hijos de un mismo Padre, sean incapaces de sentir odio, por aquellos que, fuera de esta nueva perspectiva cristológica, serían enemigos, pero que desde ella, simplemente son ignorantes.
Y el que tenga oídos… que intente cambiar y no obligar a que sean los demás los que cambien. El mundo no es bueno ni malo, de hecho, es, tal y como cada uno lo ve.

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