FELICES PASCUAS
No es la tristeza y menos la muerte lo que revela el mensaje Evangelio, sin embargo, como nada humano le es ajeno, el dolor también queda sublimado en sus páginas. La expresión de este dolor pertenece a la cultura religiosa de la Semana Santa. Dicho sea de paso, la Pascua es eso, el paso de una visión de la vida a otra ¿carnaval como meta o pascua como transformación? Quien se queda en el calvario, monte de la calavera, cree, simplemente en la muerte. Veamos con otros ojos, con los de la fe… desde la otra orilla (Cristo siempre nos manda ir a la otra orilla Mt 8,28). El budismo lo llama el tercer ojo, el de la mente. Nosotros, con el Papa, lo llamamos el ojo de la fe.
Como observadores de lo que ocurre a nuestro alrededor, hay una realidad incuestionable que nos lleva a puntualizar que la Semana Santa no es la expresión cultural que nuestro país explota turísticamente hablando (qué peligroso para la sociedad que, como está ocurriendo actualmente, culto y cultura se disocien, hasta el extremo que hay ateos que, por tradición, no permitirían la prohibición y exhibición de las procesiones en estas fechas). La cristiandad celebra otra realidad que está más allá del calvario, como expresión de la carne, de la calavera, es decir, más allá de toda expresión negativa. Sólo trascendiendo la carne, somos encontrados por la resurrección. Y es precisamente la dicha de la resurrección lo que, como meta, celebramos en Semana Santa. La cruz no es meta, sino paso (pascua) a la vida plena, como para el pueblo hebreo el paso del mar rojo fue el símbolo, el cambio de la esclavitud a la libertad (Ex 14, 15-31).
Somos conscientes que hay creyentes que para arremeter contra la festividad de la carne, se han quedado en el suplicio de la cruz (ambas manifestaciones, tanto culturales, como cultuales, han pretendido prevalecer una contra otra). Por ello, si una se identifica con la diversión, la otra lo hace con el sufrimiento. Por esta razón, la Semana Santa se ha identificado con el dolor (tiempo hubo que, en estas fechas, hasta la música estaba prohibida), siendo el contrapunto de la cultura del carnaval, cuando debiera ser la expresión cultual de la santidad, no de una semana, sino de todo el año litúrgico.
Pasamos nuestra existencia, al expresarla cristianamente, es decir, humanamente, entre la vivencia de la muerte personal (bautismo) y la vivencia de la vida colectiva (eucaristía/ resurrección). Hay personas tan tristes (a veces me pregunto si es posible creer y vivir sin alegría en el rostro) que no tienen pasión por la vida, de forma que cada día mueren un poco más !el pesimismo es antievangélico! La pasión, aunque sea en Semana Santa, no puede quedarse, únicamente, en el símbolo de dolor, sino en el de la trasformación en dicha (bienaventuranza). Jesús fue un hombre pasional porque amó hasta la muerte. La pasión por sus semejantes fue total. Descubrió en su persona al Dios perdón, y no al Dios justiciero en el que creían sus contemporáneos (Lc 3,9). La singularidad de su pasión no fue el sufrimiento, que si bien lo aceptó, no deseó “beberlo”: “si es posible aparta de mí esta copa…” (Mt26, 39); su singularidad consistió en revelar que el amor, aunque a veces duela, salva. Esto es lo que hoy, desearía resaltar: la pasión como amor y no como dolor, sin obviar, por supuesto, la elección que personalmente tuvo Jesús y que le llevó, por amor, dolorosamente a su calvario, pero sin hacer de ello algo único, pues ayer como hoy, hay humanos que sobrellevan cruces más dolorosas. La singularidad de la pasión de Jesús fue su amor; un amor tan total que convierte al señor, en esclavo, con el acto de lavar los pies a los discípulos (Jn 13,5) y, en la cruz, cuando de hecho, está muriendo, todavía, por amor, le quedan fuerzas para consolar al ladrón ajusticiado junto a Él (Lc 23,39-43) y entregarnos a su propia madre (Jn 19,27). Un amor tan pasional, no puede morir. Jesús no murió en su muerte, sino que la transformó en vida. Bautizarse en esta creencia es subir al Gólgota de cada particular Jerusalén (toda existencia conlleva sufrimiento), y muriendo con Cristo a la muerte, descubrir que lo que hay tras ella es la Vida. La Vida de cada instante, no de cada Semana Santa. Sea pues, este tiempo, recordatorio de lo que debe ser cada momento de nuestra existencia: ¡la experiencia de la resurrección y no la lucha de la carne contra el espíritu!
Vivir la pasión de nuestro Señor, es vivir amando hasta la muerte, hasta la total transformación de la carne. Optar entre carne o espíritu, no es cristiano, pertenece a la cultura helena. La antropología bíblica nos informa que somos cuerpo animado (Gn 2,7), no alma encarnada. La pasión hay que vivirla desde la carne, pero guiada por el espíritu, ambos son vehículos que nos remiten al Creador. Transformar el carnaval (fiesta de la carne) en fiesta del espíritu, es llegar a la Semana Santa durante la cuaresma, cuarentena de este “eón” (el simbolismo del número 40, en la cultura bíblica, representa los años de cada ser humano), pero en constante renovación de la mente (Ef 4,23) como recuerda San Pablo. Renovarse o morir, reitera el refranero popular, parafraseando al apóstol. La renovación ha de ser constante desde la carne y desde el espíritu, pues si somos (antropológicamente hablado) cuerpos animados por el Espíritu (Ruah) de Dios, todo nuestro ser está, o bien encaminado a la carne (sarx, naturaleza de lo creado), o bien encaminado a su Creador (Ruah, divinidad de lo increado). La dicotomía alma/cuerpo, si bien está muy extendida entre la creencia popular, no pertenece a la revelación bíblica. Desde esta perspectiva, tan malo es quedarse en la carne (carnaval) como creer que la carne es mala; asimismo, quedarse en el calvario de la Semana Santa es olvidar el genuino valor de la Pascua, el paso a lo realmente trascendente: el domingo de resurrección. En definitiva, la Semana Santa es la visión de la” muerte” del Amor, pero desde la alegría de saber que ha sido vencida; por tanto, a pesar del calvario de cada existencia, ¡alegrémonos! pues Jesús nos ha revelado que eso que llamamos muerte, es simplemente el paso o parto de un nuevo alumbramiento, que en el propio dolor, lleva injertada la felicidad de la nueva vida que nos espera. Felices Pascuas a todos.
De Iglesia a Iglesias
La cara y la cruz de la moneda de una parte de nuestra sociedad la expresamos en la última reflexión con la actuación del Drag de Canarias que quiere ser profesor de religión y con la propaganda del autocar de “hazte oír”.
Hoy volvemos a encontrarnos con otra falsa moneda correspondiente a los signos de nuestros tiempos. Veamos:
La Iglesia recibe de la sociedad (que no del estado), unos 250 MM de euros al año, y revierte a la sociedad unos 30.000 MM., aproximadamente. Y dice algún dirigente político que hay que quitar las misas porque no son de interés público. Hay personas que hablan del interés por no descubrir el capital. No existe en el mundo institución alguna que remedie más la pobreza que la Iglesia católica. Desde luego partiendo de estas cifras, no hay partido político que se le iguale.
El interés público lo encuentran los partidos políticos en el número de votantes. Esos son lo que les permiten estar en todas las televisiones, incluida la pública. Ahora bien, si hacemos cálculos y teniendo en cuenta que aproximadamente un 16% de los españoles confiesa ir a misa con cierta asiduidad, es decir unos siete millones y medio, y los comparamos con los votantes de los partidos (obviando que en España se declaran católicos el 70%), tiene la Iglesia, al menos, igual derecho que los demás a salir en la televisión pública.
La otra cara de la moneda la encontramos en las declaraciones de ciertas personas que con la mejor intención del mundo tratan de denunciar estas actuaciones. No seré yo quien afee este comportamiento al que me adhiero. Sin embargo…
A veces, sin querer, y con la mejor intención del mundo, o con la peor del periodista de turno, arremeten contra un colectivo determinado, en este caso volvemos al colectivo gay, para indicar que sus uniones no pueden llamarse matrimonio. No es este el lugar para demostrar, teológicamente hablando, que el matrimonio no es de origen cristiano, sino creacional. Pero la tradición ha denominado a la unión de dos personas matrimonio, por su principal motivación durante siglos: tener hijos. ¿Quién tenía los hijos? Las madres, palabra que viene de mater, materia, y, cómo no, maternidad y matrimonio ¿Es así en la actualidad? ¿El motivo primario y último del matrimonio es tener hijos? Conviene puntualizar que tener descendencia es de origen animal, el amor, que es la unión de dos personas, para el creyente, es de origen humano, porque Dios nos hizo así, y ello al margen de tener o no descendencia. Luego el matrimonio es para amarse y de este amor podrán o no venir los hijos.
En definitiva, lo importante en la unión de dos personas es el amor y no la descendencia, por tanto, en lugar de apropiarnos de palabra alguna, para ideológicamente hablando, derrotar a los que antropológicamente sienten lo mismo, pero lo expresan de forma distinta, digamos como Jesús en el Evangelio: “Hay eunucos (gays en nuestro mundo actual), que nacieron así del seno materno, y los hay hechos por los hombres y también los hay porque se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda” (Mt 19,12).
Jesús no critica ninguna actuación de aquel entonces, se limita a constatar la realidad. Por cierto, el Papa, tampoco. Decía San Agustín “ama y haz lo que quieras”. Y es que el Amor, como proclama el Cantar de los Cantares, es una llama de Yahvé que nadie puede manipular sin granjearse desprecio (8, 6s). Y siendo así, quien pueda entender (como dice el Evangelio), que entienda, pues confieso que ciertas manifestaciones yo tampoco las entiendo provengan de donde provengan.
PREMIO A LA ORIGINALIDAD DEL DRAG
Acabo de leer el comentario de Carlos Herrera con relación al Drag de Las Palmas de Gran Canaria “Podrían disfrazarse de cualquier cosa, que se disfracen de cómo va su madre, por ejemplo, que seguramente sería mucho más interesante”.
No dejaría de ser una anécdota más de la incultura populista que atraviesa el mundo, si no fuera porque además de disfrazarse de Virgen y de Jesús en la cruz, el tal Drag pretende ser profesor de religión. Y no es broma, pues de hecho, Borja Casillas, que así se llama este personaje, dice que está preparando la Declaración Eclesiástica de Competencia Académica (DECA).
Supongo que el Delegado de Enseñanza del obispado de Canarias con su obispo Don Francisco Cases, le habrán tachado de la lista de los futuros candidatos. De hecho el obispo ya ha asegurado este martes en un comunicado que “había triunfado la frivolidad blasfema en la gala Drag del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria”.
¿Se imaginan la clase de religión que podría dar este Drag? Un pirómano haciendo el curso de bombero. Un agnóstico, según indica a los medios de comunicación, que desearía suspender toda creencia trascendental, pretende enseñar la creencia universal (católica).
“Quería hacer algo diferente y dar al público algo que nadie se atreve a hacer”, pues si eso hace en público qué haría en un aula para llamar la atención. Menos mal que entre tanta estupidez humana y ganas de exhibicionismo ha dicho algo coherente la religión “es historia que está escrita y que hay que conocer.
Pues, aún siendo agnóstico, reírse de la historia no es la mejor forma de enseñarla. La historia de las religiones va unida a la historia de la humanidad. Y si realmente el Sr. Casillas quiere ser profesor, que comience a ser coherente con su forma de vivir, pues como padre, tiemblo al pensar el daño que semejante personaje puede hacer a nuestros hijos como profesor en general (parece ser que es profesor de infantil), y como profesor de religión en particular.
¡Qué país! Los unos desnudando a la Virgen y los otros vistiendo los autobuses con frases como “los niños tienen pene y las niñas vulva”. La madre que les p…arece si trabajamos de una vez por todas y hacemos una ley de educación para evitar tanto despropósito.
PREMIO A LA ORIGINALIDAD DEL DRAG
Acabo de leer el comentario de Carlos Herrera con relación al Drag de Las Palmas de Gran Canaria “Podrían disfrazarse de cualquier cosa, que se disfracen de cómo va su madre, por ejemplo, que seguramente sería mucho más interesante”.
No dejaría de ser una anécdota más de la incultura populista que atraviesa el mundo, si no fuera porque además de disfrazarse de Virgen y de Jesús en la cruz, el tal Drag pretende ser profesor de religión. Y no es broma, pues de hecho, Borja Casillas, que así se llama este personaje, dice que está preparando la Declaración Eclesiástica de Competencia Académica (DECA).
Supongo que el Delegado de Enseñanza del obispado de Canarias con su obispo Don Francisco Cases, le habrán tachado de la lista de los futuros candidatos. De hecho el obispo ya ha asegurado este martes en un comunicado que “había triunfado la frivolidad blasfema en la gala Drag del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria”.
¿Se imaginan la clase de religión que podría dar este Drag? Un pirómano haciendo el curso de bombero. Un agnóstico, según indica a los medios de comunicación, que desearía suspender toda creencia trascendental, pretende enseñar la creencia universal (católica).
“Quería hacer algo diferente y dar al público algo que nadie se atreve a hacer”, pues si eso hace en público qué haría en un aula para llamar la atención. Menos mal que entre tanta estupidez humana y ganas de exhibicionismo ha dicho algo coherente la religión “es historia que está escrita y que hay que conocer.
Pues, aún siendo agnóstico, reírse de la historia no es la mejor forma de enseñarla. La historia de las religiones va unida a la historia de la humanidad. Y si realmente el Sr. Casillas quiere ser profesor, que comience a ser coherente con su forma de vivir, pues como padre, tiemblo al pensar el daño que semejante personaje puede hacer a nuestros hijos como profesor en general (parece ser que es profesor de infantil), y como profesor de religión en particular.
¡Qué país! Los unos desnudando a la Virgen y los otros vistiendo los autobuses con frases como “los niños tienen pene y las niñas vulva”. La madre que les p…arece si trabajamos de una vez por todas y hacemos una ley de educación para evitar tanto despropósito.
A un buen amigo
A Manuel Areán, párroco y amigo
Hasta Madrid ha llegado la pena que invade a nuestro querido San Clodio. Parece ser que a nuestro párroco Manuel le trasladan a otra parroquia, queremos desde aquí adelantarnos al homenaje que en los próximos días le quieren brindar las gentes del pueblo y al que espero, asimismo, unirme.
Querido Amigo: Ya San Pablo había dicho a los romanos que los caminos del Señor son inescrutables. Él, mejor que nadie, supo en sus propias carnes lo que significaba recorrerlos para llevar el mensaje de Cristo. No soy nadie para decirte que te quedes, tu obispo sabrá mejor el lugar donde has de proclamar la palabra de Dios, pero como feligrés, me uno a la parroquia para expresar mi pena por tu próxima partida.
La pena de San Clodio es la alegría de Chantada (aunque en estos momentos no sé si son conscientes de ella), pero un seguidor del Evangelio como tú, sabe por experiencia que la alegría está reñida con la felicidad. Tú, allá donde te encuentres, eres portador de la felicidad que da Cristo, aún en las penas que da la vida. Esta es una verdad que has ido revelando día a día, en estos diez años que nos has acompañado. Tu ejemplo y amor incondicionado a las gentes que te rodean hablan por sí mismos.
Si el egoísmo me pide ser uno más en la carta que el pueblo ha enviado al Sr. Obispo, con el fin de que reconsidere tu traslado, el altruismo que reclama nuestra fe me exige el silencio. Silencio que tú mismo te impones, ante el deber de obediencia a la Iglesia que un día te concedió la sagrada orden del sacerdocio.
Sé lo bien que te encuentras entre nosotros (permíteme que desde la distancia me incluya), pero también sé, o más bien adivino, que tus nuevas obligaciones pueden exigir estos cambios, amén de la imperiosa necesidad de obreros para el Evangelio. Y tu carisma y entrega, solo Dios sabe los cambios que te depararan en la Iglesia, hasta alcanzar el destino final que Dios te tiene reservado y que espero sea a pesar de tu humildad, tan grande como merecido.
Lo que has sembrado en estos años entre tus feligreses daría para escribir un libro. No voy aquí a recordar tantas y tantas vivencias: no son los actos lo importante, sino la actitud de paz y amor que siempre has mantenido, tanto en lo bueno como en lo menos bueno. Cierto que has sabido llevar el Evangelio, como buen pastor en toda situación: en la Iglesia, en la cultura, en la amistad, en las fiestas, o en las sentidas oraciones de las Eucaristías.
Tus homilías siempre salen del corazón. Y créeme que es de agradecer. No recuerdo en ningún momento que tras escucharte, me haya cuestionado eso que tantas veces me pregunto en otros lugares ¿Qué ha dicho? Tu palabra, como la del buen sacerdote de Cristo, que eres, siempre se ha encarnado en situaciones concretas para hacernos comprender y revivir el Evangelio. De hecho, han sido parábolas conforme a los signos de los tiempos.
Querido amigo, aunque el deber te lleve a otros lares, recuerda que en éstos has dejado marcada la huella de Cristo. Y al igual que entonces, seguimos siendo los del camino, y confío que en él, te volveremos a encontrar. Creyentes como tú, son los que en el camino de la vida, encarnan el misterio y hacen que los ciegos de todos los tiempos comencemos a ver.
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